miércoles, 13 de junio de 2012

SEXO EN MILÁN

No se cocina jamás para alguien a quien se odia… A no ser que seas Hannibal Lecter (en ese caso se cocina directamente a quien se odia). Pero tú y yo, cuando cocinamos para alguien, es porque le queremos, porque queremos quererlo, o porque cabe la posibilidad de que le queramos. Si echas la vista atrás en tu vida, te darás cuenta de que muchos de tus recuerdos más felices están unido a la comida, a la celebración que supone sentarse alrededor de una mesa.

[...]


En cualquier caso, no son sólo los hombres los que merecen que les preparemos un "te quiero" o un "me gustas" en forma de cena: cuando cocinas para tu madre es que te has hecho mayor de manera oficial (el día que le digas que una prenda te hace "muy buena lavada", ese día llorará), cuando son tus amigas a las que invitas a casa, te estás ahorrando el equivalente a 6 meses de terapia intensiva buscando tu "superyó"... y cuando el homenaje te lo regalas a ti misma, ese, sin duda, es el gran paso.


Si hay algo importante que he aprendido a mis treintaitantos (no es que no quiera decir la edad, es que no sé cuándo estarás leyendo este libro, lo juro) es que la vida hay que celebrarla a la menor ocasión, que el día de hoy no vuelve y que pasado mañana tendremos ochentaitantos y no habrá marcha atrás. Piénsalo, no importa la edad que tengas, jamás serás más joven que hoy, y cuando con esos ochentaitantos estés plácidamente sentada pensando en tu vida, no vas a recordar todos los disgustos que te llevaste en el trabajo, ni los atascos, ni la crisis de 2008, ni el día en que te diste cuenta de que tenías un poco de celulitis (solo las mujeres genéticamente imperfectas no la tienen). No recordarás lo limpia que siempre has tenido la cocina ni a esos hombres que jamás volvieron a llamar... Tampoco recordarás el suspenso por el que pensaste que te matarían tus padres ni el nombre de la modelo del "especial culos" de la revista Elle del verano de 2009 (Dios mío, la odio con todas mis fuerzas, aún hoy... y aquí da igual cuándo estés leyendo esto).


Lo que recordarás serán las risas, los estribillos de todas las canciones que cantaste como las locas a voz en grito en el coche, las veces que conseguiste reconquistar al que se mereció el título de ÉL, la complicidad con tus amigas, el día en que te atreviste a ponerte rubia (para volver discretamente a tu castaño original 3 días después, arriesgando el cuero cabelludo como si no hubiese un mañana capilar), el día en que cogiste el coche y condujiste 5 horas de un tirón para darle una sorpresa a alguien, y las veinte veces que te besaron por primera vez.



Texto: Sexo en Milán - Ana Milán (100% recomendado)

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